Morena no puede ser parte del movimiento en solidaridad con Palestina

Morena no puede ser parte del movimiento en solidaridad con Palestina

Desde una perspectiva pragmática, tomando en cuenta los fines de cada actor, Morena no puede ser parte del movimiento en solidaridad con Palestina. La solidaridad con el pueblo palestino tiene que partir de nuestra comprensión de que la partición de Palestina por parte del mandato británico fue un proyecto colonial e imperialista, y es el origen del problema. La corona británica facilitó, armó y entrenó por décadas a un grupo de colonos europeos para que estos despojaran a los árabes palestinos y mantuvieran el control de Palestina una vez acabado el mandato. Un movimiento genuino en solidaridad con Palestina no puede reconocer a un “Estado de Israel” que surge del despojo y la limpieza étnica y sólo se puede sostener vía nuevos despojos y limpiezas étnicas, como es evidente hoy en día.

Por otro lado, la prioridad de Morena, en cuanto partido de Estado, es mantener la normalidad diplomática en sus relaciones con Israel, específicamente los acuerdos internacionales como el Tratado de Libre Comercio, así como los diversos acuerdos de entrenamiento de las fuerzas armadas del Estado con “expertos israelíes” 1, desde la SEDENA o la Guardia Nacional a nivel federal hasta las policías estatales o municipales. Por todo esto, la postura política de Morena no puede pasar de una tibia censura a “los abusos”, y un llamado a que se “cumplan las leyes internacionales” cuando a ojos vistas Israel está cometiendo crímenes de guerra un día y otro también, y no hay ley que lo toque o sanción que lo alcance.

La cancillería mexicana ha reconocido el “derecho de Israel a defenderse”. Cualquier solidaridad con Palestina debe pasar por no reconocer ese “derecho”. Israel es una potencia colonial, que nace del apoyo directo del Imperio Británico cuando este todavía controlaba India y buena parte del continente africano, de tal forma Palestina era sólo una pieza más en su imperio, pero como no tenía una justificación para mantener su control sobre las antiguas colonias Otomanas en el Medio Oriente, se dedicó a dibujar fronteras y dejar regímenes títere, como las coronas Saudí o Hashemita de Jordania. En el caso de Israel y Líbano, que se encuentran sobre las tierras que alguna vez ocuparon los reinos cruzados en el Medioevo, los imperialismos francés y británico buscaron dejar Estados que serían forzosamente sus vasallos, en Líbano Francia quiso dejar un país Cristiano Maronita, que estaría en conflicto con sus vecinos musulmanes, y en Palestina el imperialismo británico utilizó a los judíos para crear una colonia que estaría perennemente en conflicto tanto con sus vecinos árabes y musulmanes, como con su propia población no-judía. Al ser un país aislado de sus vecinos, dependiente de la ayuda internacional, Israel no tenía otro destino más que volverse la punta de lanza del imperialismo en la región. Reivindicar el “derecho” de Israel a defenderse es reivindicar ese aparato de guerra permanente que el imperialismo británico generó para sus intereses, y que hoy el imperialismo gringo ha tomado como propio. Recordemos las palabras de Joe Biden: “Si Israel no existiera, Estados Unidos tendría que inventar uno para defender sus intereses en el Medio Oriente”.

Partiendo de esa reflexión, podemos ver que el compromiso del Estado y la cancillería Mexicana con Israel no sólo está forzado por los acuerdos políticos y comerciales con ese Estado, sino que forman parte de la sumisión general en la que el Estado mexicano se encuentra con respecto al imperialismo gringo. Y en ese sentido, daría lo mismo si se tratara de Morena, o de sus rivales del PRI o del PAN, por mucho que haya algún espacio de maniobra para uno u otro gobierno, y que estos se puedan llevar mejor con los Demócratas o aquellos con los Republicanos, la política del Estado mexicano se da en el marco general de su sumisión a Estados Unidos, de la que por mucho que se escurran o retuercen (o se tomen fotos con Fidel Castro como Echeverría o Salinas de Gortari) los diversos gobiernos no pueden escapar. Y esa espada tiene dos filos, así como Morena no puede escapar a los lazos que también atarían a un gobierno del PRI o el PAN, así tampoco podríamos tener dentro de un movimiento genuino de solidaridad con Palestina al PRI o al PAN. No podemos luchar en contra del imperialismo de la mano de sus lacayos. Ni siquiera de los lacayos que hacen gestos de indignación como Morena.

Morena, heredera del PRI al fin y al cabo, no es un instituto político con un ideario o programa claro. Es un instituto político presidencialista, lo era aún antes de que AMLO fuese presidente, en el sentido en que siempre fue un instituto político construido en torno a un liderazgo personal, y eso le dio las características de ser patriarcal, centralista y poco democrático que hereda del PRI. Donde manda capitán, no gobierna marinero y el presidente no sólo dijo que no iba a cortar relaciones con Israel (ni siquiera llamar a consulta al embajador), todas las críticas a la masacre y limpieza étnica se han dado en el marco de un pacifismo burgués e institucional. Todas han tenido la forma de denunciar “los abusos” de Israel, y ser solidario con Palestina no se puede limitar a denunciar “los abusos”, como si existiera una forma “no abusiva” de mantener el control colonial de Palestina, o de hacer una limpieza étnica que es lo que ha estado sucediendo las últimas 7 décadas y un lustro. Las críticas al genocidio en Gaza no se pueden quedar en el marco de una crítica pacifista a “la guerra”, como si se tratara de dos ejércitos confrontados y no de una ocupación colonial y la resistencia a dicha ocupación.

La “solución de dos Estados” es una impostura.

El imperio británico partió ilegalmente Palestina en dos mitades desiguales, dándole el 56% del país a la entidad sionista, y sólo el 42% a la mayoría árabe palestina, pero esa partición nunca fue implementada, porque desde el día en que acabó el mandato británico, los grupos terroristas de Hagana, Irgún y la Banda Stern, bajo el liderazgo de Ben-Gurión, violaron esa partición y pasaron a ocupar casi toda palestina, salvo Cisjordania que acabó ocupada por el reino Hashemita de Jordania hasta la guerra de 1967. En ese año, tras la guerra, las Naciones Unidas emitieron una resolución (242) que recomendaba a Israel devolver los territorios ganados en esa guerra a cambio de paz con sus vecinos. Dicha resolución, aparentemente, abría la puerta al nacimiento de un “Estado Palestino” en el 22% del territorio de Palestina histórica, pero la realidad era muy distinta.

En primer lugar, ni las potencias imperiales ni Israel se comprometieron nunca con un Estado Palestino viable. En 1982, Ronald Reagan decía que los Estados Unidos no apoyarían el establecimiento de un Estado Palestino en Gaza y Cisjordania, pero que tampoco apoyarían el control permanente de Israel de esos territorios, sino que había un tercer camino hacia la paz que pasaba por una administración palestina de Gaza y Cisjordania (que no sería un “Estado independiente”)2. En una entrevista reciente, Mark Regev, asesor del gobierno de Netanyahu, citó a Isaac Rabin (laureado junto con Yasser Arafat con un “premio Nobel de la paz” por “traer el fin al conflicto en Palestina”) para afirmar que nunca se ha pensado en un Estado palestino, ni siquiera en el programa de paz de Rabin. “Un Estado palestino podría tener un ejército o hacer un acuerdo de defensa con Irán”, argumentó Regev para decir que un autogobierno palestino sólo es tolerable si no es propiamente un Estado.

Los poderes estatales que Israel considera inadmisibles para los palestinos son el control de sus fronteras, de su espacio aéreo y de sus costas, y la capacidad de hacer acuerdos internacionales con otros Estados, así como la capacidad de tener fuerzas armadas más allá de cuerpos de policía. Es decir, el único poder que se toleraría a un Estado palestino es el de administrar a la población palestina bajo la tutela de Israel.

Desde que se promulgó la resolución 242 de la ONU, Israel no ha dejado de expandirse ilegalmente en Cisjordania, y lo hacía en Gaza, donde mantenía asentamientos ilegales, hasta 2005. El “Estado palestino” ya no podría ocupar el 22% del territorio de la Palestina histórica, sino una serie de ciudades y aldeas aisladas unas de otras por asentamientos, muros y carreteras de los sionistas, en Cisjordania, mientras Gaza lleva décadas de ser “el campo de concentración más grande del mundo”, o “la prisión a cielo abierto más grande del mundo”, para citar dos de las frases más usadas para describir la situación que existía antes de 8 de Octubre de este año. Es decir, la viabilidad de un Estado palestino medianamente soberano es menor y menor cada año.

Según el historiador israelí Ilan Pappé, el ánimo en la esfera política israelí en los años sesenta, era que “los acuerdos de paz son el camino para expulsar a los árabes”, es decir, que en vez de la guerra abierta y la masacre, la izquierda política israelí veía una serie de acuerdos con los palestinos como la vía para limitar tanto su resistencia como su soberanía. Es en ese contexto en el que hay que analizar el único aspecto que puede considerarse positivo de la resolución 242, y sobre todo de los posteriores Acuerdos de Oslo, que se basan en esta: el reconocimiento de un cuerpo político palestino como interlocutor de Israel, cosa que no había existido antes de 1967. Fue así como la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), una coordinación de distintos grupos de resistencia seculares, fue primero considerada como interlocutor, y después como gobierno de la Autoridad Nacional Palestina (que siempre ha estado muy lejos de ser un Estado), y fue así como el grupo central de la OLP, Al Fatah, se hizo del control de dicho cuerpo político, control que no les ha ganado un centímetro de tierra, ni ha podido evitar las masacres que regularmente ejecuta Israel, ni ha podido detener los asentamientos ilegales, ni ha podido establecerse como un Estado. Pero Al Fatah sí logró otra cosa, tener un financiamiento de Estados Unidos y la Unión Europea, y cierto reconocimiento: cada vez que hay una masacre en Gaza, los gobiernos internacionales llaman a Mahmud Abbas, que tiene poca incidencia en la franja controlada por Hamas.

Isaac Rabin, Bill Clinton y Yasser Arafat en la Casa Blanca, 1993.
Isaac Rabin, Bill Clinton y Yasser Arafat en la Casa Blanca, 1993.

 

Así, aquello que durante décadas pareció la vía a una “solución de dos Estados”, no ha tenido como resultado sino corromper a la resistencia secular palestina3 para volverla una policía que regula la resistencia palestina a la ocupación sionista, y poco más. Fue por eso que los palestinos dieron la espalda a la resistencia secular en las elecciones de 2006 y llevaron al triunfo a la Resistencia Islámica palestina (Hamas por sus siglas en árabe). El triunfo electoral de Hamas fue aprovechado por los sionistas, que lograron que la Autoridad “Nacional” Palestina controlara solo Cisjordania, mientras que Hamas quedó en control de una franja de tierra, con dos millones de habitantes, rodeada y sitiada por las fuerzas sionistas. Esta división fue aprovechada para circular una narrativa maniquea que pintaba a Hamas como “lo mismo que ISIS”, y justificaba en esto, así como en el uso de la palabra “terrorista”, las repetidas masacres e invasiones de Gaza por parte de las fuerzas de ocupación sionistas (2009, 2012, 2014, 2018, y lo que sucede este 2023).

¿Dónde queda, entonces, la posibilidad de un “Estado palestino” al lado de Israel? ¿Estamos pensando que ese “Estado palestino” existiría entre las carreteras, muros y asentamientos ilegales de los sionistas en Cisjordania? ¿O que ese “Estado palestino” podría establecerse en las ruinas humeantes de Gaza una vez que las fuerzas sionistas “acaben con Hamas” (es decir, acaben con la resistencia palestina)?

No es el papel de un movimiento de solidaridad dar recetas o soluciones, pero una genuina solidaridad con Palestina necesariamente debe pasar por reconocer que el Estado de Israel existe por la limpieza étnica de 1948 y sólo puede sostenerse por nuevas y constantes violencias, luego entonces el Estado de Israel no tiene derecho a existir, y la solución al conflicto en Palestina pasa por acabar con el estado de Apartheid que Israel ha impuesto en toda palestina, tanto en la parte que nombra “Israel”, donde los judíos son los únicos ciudadanos de plenos derechos, como en Gaza y Cisjordania, que son partes del mismo Estado, donde los habitantes no tienen derecho a la autodeterminación, y en muchos casos tampoco a la vida o a la propiedad, ya que, repito, las masacres y destrucción sionistas son recurrentes. Por eso en todo el mundo se ha levantado el eslógan “del río hasta el mar”, porque pedimos la libertad para toda Palestina. Porque la solución al problema en Palestina no puede venir de un pseudoestado Palestino a conveniencia de la potencia ocupante, sino debe de pasar por el fin de la ocupación colonial, y por una realidad política donde todos los habitantes tengan los mismos derechos sin importar su identidad étnica o filiación religiosa.

El SME no importa.

Un actor central del incipiente movimiento de solidaridad con Palestina en México ha sido el Sindicato Mexicano de Electricistas, o mejor dicho, una burocracia que reclama el nombre de un sindicato que ya no existe. Para que exista en la realidad un sindicato, tiene que haber una relación obrero-patronal, tiene que haber un contrato colectivo y tiene que haber una materia de trabajo. Hoy el SME no tiene nada de eso, no existe la relación obrero-patronal, el SME no tiene ningún contrato colectivo y la materia de trabajo está en manos de la Comisión Federal de Electricidad y del SUTERM. Cuando yo entré por primera vez al auditorio del SME, en el sexenio de Fox, fue porque estaba participando en el Frente Nacional de Resistencia contra la Privatización de la Industria Eléctrica, y uno de los objetivos de ese frente, que encabezaba el SME, era luchar contra la privatización vía los contratos subrogados de servicios o producción de energía eléctrica. Hoy lo que queda del SME es una cooperativa que presta servicios a la CFE vía contratos subrogados, es decir, el SME pasó de ser un baluarte en la lucha contra la privatización de la industria eléctrica a ser un beneficiaro directo de la misma. Si esto no es una traición a sus principios de hace dos décadas no sé qué sea, pero la historia no acaba ahí.

Ante el decreto de Felipe Calderón que desaparecía la empresa Luz y Fuerza del Centro, la dirección actual del SME hizo aspavientos de que iba a encabezar una lucha, pero no lo hizo. Llamó a una “Huelga Política Nacional” la que tardó meses en convocar y, una vez estallada, duró horas. Ese día, los agremiados del SME no tomaron ninguna subestación, no tomaron siquiera unas oficinas, se limitaron a pararse con mantas y banderas unas cuantas horas, y ante los primeros embates represivos la dirección actual del SME llamó a sus agremiados a regresar a sus casas. Después de eso, la dirección actual del SME se dedicó a perder el tiempo de mil maneras distintas, incluido un llamado a formar un “instituto político de los trabajadores” en la forma de un registro de APN ante el IFE del cual dudo que se acuerde alguien hoy en día pero con el que Martín Esparza y compinches dieron atole con el dedo a los últimos ilusos que les creían. Hoy difícilmente el SME pueda juntar un contingente de mil personas para una marcha. Y por eso les digo, el SME no importa.

Cuando los burócratas del SME hablen de sus bases o sus agremiados, no hay porqué creerles. Lo único que les queda a esos burócratas es un deportivo en Coapa y un auditorio en la Tabacalera, medios que definitivamente son útiles y hay que aprovechar, pero que no dan mayor peso a los que hoy se pretenden dirigentes de los trabajadores electricistas. Esa burocracia sólo sabe organizar eventos y poner sonidos, ese es el límite de sus facultades y ese es el peso que hay que darle a sus dirigentes en asambleas o encuentros.


  1. No olvidemos que la “experiencia en seguridad” de los entrenadores israelíes viene de la vigilancia y el control carcelario que la entidad sionista mantiene en Gaza y en menor grado también en Cisjordania.↩︎
  2. Pronunciamiento del 1 de Septiembre de 1982, citado en Wikipedia: https://en.wikipedia.org/wiki/United_Nations_Security_Council_Resolution_242#Content↩︎
  3. Donde cabe reconocer al Frente Popular de Liberación de Palestina haber roto con los acuerdos de Oslo.↩︎

Sobre Palestina, el orden internacional y las «soluciones» con Estados.

La «solución de dos Estados» en Palestina es una imposibilidad, y lo ha sido por décadas. El supuesto «Estado Palestino» incorporaría a Gaza y a Cisjordania pero, por un lado, no tendría continuidad territorial, serían dos enclaves al interior de Israel; por otro Cisjordania ya está plagada de asentamientos ilegales que hacen imposible un control político palestino; y por último Israel NO va a permitir que un Estado. Palestino controle ni el espacio aéreo ni sus fronteras.

Para que la «solución de dos Estados» sea viable, haría falta que Israel retire los asentamientos ilegales de Cisjordania, cosa harto improbable porque, de hecho y en este momento, el gobierno sionista está armando a los colonos radicales sionistas y permitiendo que estos realicen pogromos contra la población Palestina en Cisjordania, bajo el cobijo del bombardeo en Gaza.

Una solución de un sólo Estado, se llame «Israel» o «Palestina», donde toda la población tenga los mismos derechos sin importar su identidad étnico-religiosa se antoja como la mejor solución, la que lograría una paz durable, pero es sumamente complicado si no imposible que los judíos sionistas renuncien a su proyecto de un Etnoestado (es decir un Estado étnicamente «puro»).  Sin embargo, por décadas, esta fue la postura histórica de la Organización por la Liberación de Palestina de Arafat, una Palestina laica donde pudieran convivir ambos pueblos.

Así que el problema no tiene una solución fácil, y las únicas «salidas realistas» que se ven ahora son o culminar la limpieza étnica de Palestina y que triunfe el proyecto sionista, o la derrota militar de Israel a manos del «eje de la resistencia».

Ninguna de ambas parece fácilmente accesible, y ambas implicarían más muertes y sufrimiento de civiles.

Por otro lado, cualquiera de estas «salidas» acerca más la posibilidad de escalar esto a una guerra mundial.

Así que la solución que propongo, que tal vez suene sumaria y demasiado abstracta, es luchar contra nuestros propios Estados. Por un lado es cierto que ningún Estado traerá la liberación, pero por otro lado es cierto que el proyecto sionista no existe en el vacío, se sostiene de un sistema imperialista internacional, del que todos y cada uno de los Estados es parte. Será rebelándonos contra ese orden internacional, que a la vez paga el genocidio e impide cualquier sanción en la ONU como podremos, significativamente, luchar al lado del pueblo palestino. Será luchando contra la complicidad de nuestros Estados como, a la vez, traeremos a la luz su carácter de instrumento de opresión de clase, y su lugar en el sistema internacional, sea de nación dominada o de potencia imperialista.

Y sí, tal vez me voy muuuuy lejos diciendo que la solución al problema en Palestina es la revolución social ahí donde estés, pero en verdad no veo otra salida.

¿Cómo va a sancionar la ONU a Israel si USA y GB tienen veto?

¿En verdad vamos a poner nuestras esperanzas en el «eje de la resistencia»? No hay ningún Estado bueno, pero la misógina teocracia iraní o el gobierno de Assad están muy lejos de ser «los menos malos».

Si la salida no son las sanciones de la ONU ni la victoria en una guerra internacional, lo único que queda es la revolución social.

Ahí donde estamos, y en los centros de poder imperialistas.

Que la guerra se transforme en «el seno de la revolución» no dependerá de ningún determinismo histórico, sino de nuestras acciones, por pequeñas que nos parezcan.